Pocas cosas son mejores que ir al cine con un buen bol de palomitas saladas. Sí, saladas. Nada de gilipolleces de críos con azúcar. A lo sumo, se permite llevar un par de gominolas, pero lo bueno son las palomitas. Pues resulta que un señor de Colorado (que es el color del que debería estar este hombre) era adicto a las palomitas.
Digo adicto porque si comes cada día de tu vida palomitas es que eres adicto, como quien se fuma un pitillo, o come espuma del relleno del sofá (visto en “Mi extraña adicción), o chupa candados, yo que sé.
Total, que este señor, que responde al nombre de Wayne Watson y tiene la friolera de 59 años -vamos que no es un adolescente inútil e ignorante- se ha convertido en el listillo de la semana. Esto es así porque ha conseguido una indemnización de 7,2 millones de dólares (5 MEUR) porque de tanta palomita cada día ha pillado una enfermedad llamada pulmón de palomitas. Esta enfermedad la provoca un componente químico (diacetyl) que se usa para aromatizar las palomitas de microondas, y claro, como no lo decía suficientemente claro (ya sabes, una calaverea, POISON, etc.) pues ha demandado a la empresa que fabrica las palomitas y a la cadena de supermercados que las distribuye. Ole tú, ooooole tú.
Ante esto, dos reflexiones: esperemos que el sr. Watson se gaste los 5 millones de euros en desintoxicarse de su adicción a las palomitas y que la marca de palomitas cambie de aromatizador.
Suerte que las palomitas del cine no son de microondas…
Ojo, esto ha sido portada de La Vanguardia hoy: