26 de noviembre de 2006

Irak, las Azores y Guantánamo

Hace días que no escribo nada, perdón mis queridos lectores, pero últimamente he estado un poco atareada. Hoy hay mucho por comentar, la parálisis de Berlusconi (igual se ha dado cuenta de que le van a investigar de verdad), la violencia de género (señor de 88 años mata a su mujer de 82)... pero ignoraré estos hechos que merecen mención por citar un reportaje de La 2 que estoy viendo en este momento. Trata sobre la guerra de Irak.

¿cómo puede seguir gobernando George W. Bush en Estados Unidos? ¿Qué le hacen creer a la gente? Esto es vergonzoso, recuerdo el 15 de febrero manifestándome por Barcelona para pedir que no se llevara a cabo una guerra ilegal, que aún ahora sigue existiendo. Soldados muertos porque sí, familias rotas, prisioneros sin cargos en una base militar en Cuba, y mientras tanto determinadas compañías ganando dinero, y ganándolo bien. A mi los yankis no me caen mal, no creo que sean tontos como piensa todo el mundo, lo que creo es que son ignorantes. No deben saber quién está ganando con todo esto. Eso sí, tienen un gran complejo de salvadores del mundo que no sé exactamente quién les ha concedido. A mí no me han preguntado si quiero que me defiendan de quien sea que quiera atacarme, pero ellos hablan en nombre del mundo. ¿Qué está ocurriendo? ¿Nadie va a decirles nada?

En el reportaje hablan personas como José Saramago, Sami Nair, Federico Mayor Zaragoza, la representante de Democracy Now, Eduardo Galeano, Fatima Mernissi, Manu Chao... Gente que se queja, pero está visto que quejarse no sirve de nada. Estamos en una sociedad en que a la gente no le importa qué le pasa a su vecino, cómo le iba a importar. Tenemos que hacer algo. Hay cosas más imporantes por las que preocuparse, no sé, así de golpe se me ocurre el calentamiento global, la pobreza mundial, la falta de recursos, la cada vez más fuerte eliminación de la libertad de expresión, las guerras, las limpiezas étnicas, el racismo... Eso es lo que importa, no si puedo atacar un país para justificar mis ansias de venganza y a la vez enriquecer mis petroleras.
A dónde vamos a parar.

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