4 de mayo de 2009

Orgásmicamente silenciosa

La sociedad está llegando a unos niveles de estupidez que para ellos los quisieran los yankies. Ahora resulta que no se puede ni gritar mientras se hace el amor, o se practica el sexo, no vayamos ahora a ser unos remilgados. Que no todo el monte es orégano, ni todos los polvos son amor.

Me explico, resulta que a una británica de cerca de la cincuentena la han metido en el calabozo (ojo, que no es bromita, que de ahí a la cárcel hay un paso, donde van los violadores y los asesinos) por gritar mientras se acostaba con su marido, no su amante, ni el cura, ni un desconocido, su marido, el de siempre. El motivo del ingreso en prisión no es otro que el escándalo que montaban por los gritos. Que dices, pues que metan al marido también en la cárcel, ¿no? Puestos a hacer una estupidez, pues la hacemos bien. Si ella grita será porque él sabe cómo hacer que ella grite... En fin.

Lo indignante es cómo lo explican "Dejaba que su cama golpease las paredes y emitía gritos y gemidos a un volumen desorbitado". En estos momentos se me ocurre únicamente una palabra para describir a sus vecinos:

ENVIDIOSOS

Que los muy listos de los vecinos la habían demandado (yo creo que para poder quedarse con el marido y que les haga eso que hace que ella grite como una perra, vamos) y el juez (otro listo, de la talla de Einstein o Galileo) le había impuesto una ordenanza a la susodicha de "no hacer ruido durante cuatro años". No es un poco fuerte????

Ante esta soberana estupidez, tres máximas:

¡Deja que la gente grite cuando quiera!
¡Deja que la gente folle como quiera!
Y si no tienes vida sexual... ¡vete de pilinguis o gigolós, pero no molestes al personal!


2 comentarios:

Anna dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anna dijo...

http://www.lavanguardia.es/gente-y-tv/noticias/20090426/53689065923/molesto-exceso-de-pasion-sunderland-cartwright-inglaterra.html